Colección

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El diario me encargó una reseña acerca de los condenados a muerte en la única prisión donde se ejecutan estas penas en el país. No tuve mejor idea que entrevistar a un recluso que vive sus últimos días antes de recibir el castigo máximo por un delito que la sociedad ya ha olvidado... pero la ley no. Dime, Nosle, ¿cómo te sientes?

Voy a morir, me siento vivo supongo,
porque respiro el aire que siempre tuve
pero ahora me parece apreciarlo
más que a las drogas que me llevaban a las nubes.

Llegué aquí hace un par de años, no fue mi culpa,
el cuchillo estaba en el lugar indicado,
el tiempo llovía y la calma era bulla ,
parecía que el destino lo había planeado.

Su grito destrozó mi paciencia
con razones que eran diminutas
pero ella insistía en su demencia
-cuando la palabras no funcionan-
la locura te lleva a otras rutas.

...
.....
.......

Cuando me di cuenta, ¡Sangre!
recorría el piso cual río que no entendí,
sólo su grito se ahogaba en mi oido,
y comencé a llorar, comenzó el fin.

No me pidas que recuerde lo que pasó,
no exactamente, sólo sé que la maté,
no niego lo que merezco, no,
sólo mátenme de una vez.

El peor castigo ha sido estar vivo
después de ella y ese momento,
sólo finjo falsos respiros,
cada día es más lento.

Alguien tocó la puerta.... parece que hoy es el día, me disculpo por estar en un momento así y al instante me doy cuenta de lo idiota que soy, no importa lo que diga, él va a morir en unos instantes. Pero él parece tranquilo, casi me parece ver una sonrisa de alivio recorriendo su demacrado rostro. Al salir por la puerta, me alcanza unas últimas palabras:

Colecciona momentos, sonrisas, paciencia;
porque cuando mires atrás y quieras vivir
alguien cerrará la puerta
y sin decirte adiós, te verá morir.

Sentí un esclafrío recorrer mi cuerpo y cerré la puerta... sin despedirme.

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