(Colección de) Poemas

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Aún recuerdo su mirada perdida, era como si estuviera esperando algo, como si no encontrara la salida. Fue hace una semana que entrevisté a ese condenado a muerte y siento envidia por él, apagó su vida por manos ajenas y mató el tormento que anidaba su alma. Mi muerte es más lenta, el peridismo me ha distraido de la enfermedad mortal que dilapida mi dinero y mi alma día a día, ¿cuántos días quedan?, ya no me interesa como en un principio cuando marcaba en el calendario los rojos que avanzaban, ahora espero paciente la condena que me ha impuesto la vida. Mi enamorada me dejó por mi jefe, están tramitando mi despido en el trabajo (creen que no lo sé, pero ya no importa), el caminar ya duele, las cortinas ya no corren y el cuarto está igual de oscuro de día que de noche porque lo focos ya no encienden desde hace un mes. ya no me importa. Sólo quiero escribir, aún quedan hojas.

Recuerdo que una vez me enamoré;
era muy joven yo, doce años tal vez,
de la esquina dobló una princesa,
recuerdo que me detuve y el tiempo camino al revés.

Recuerdo que una vez fui el mejor de mi clase,
la escuela era una época de logros
donde no tenía nadie que me ayudase
porque creía que podía hacerlo solo.

Recuerdo que una vez conocí la soledad,
después de enamorarme,
me di cuenta que el amar
no es lo mismo que me ames.

Recuerdo que tuve muchos recuerdos,
antes de morir ese diciembre en Lima,
me puse a escribir un poema,
y busqué en esa luz blanca la salida.

Recuerdo que escribí muchos poemas
antes de esta idiotez que uso de antesala
para esgrimirlo como emblema
cuando se lleven mi alma.

Recuerdo que aún falta un poema,
que espero sea feliz,
porque hasta ahora han sido penas
los que han forjado el fin.

Recuerdo que tenía una colección de poemas
que quemé en año nuevo,
porque estarán demás
en el cajón de este muerto.

Recuerdo que no quedan recuerdos,
porque los quemé todos.

Me está dando sueño, la luz empieza a apagarse, escucho una canción, la tarareo en mi cabeza y el lapiz cae al piso, el reloj se acerca y me saluda, veo la luz, "te ha llegado tu hora", me dice; sonrío y le digo: "No bromees con los muertos, ahora no es gracioso". Me dice: "Recuerda lo que es ser feliz y seguirás aquí, respirando."

Y recuerdo que ya quemé todos los recuerdos,
porque desde mucho antes... yo ya me sentía un muerto.

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