Porque ni yo mismo sé quien soy. Pero trato de ser alguien; y el espejo no me permite ser otro, busco a alguien; que el tiempo no me permite conocer, tratando de alcanzar; lo que el camino no me deja pasar, para llegar; a donde la tumba me tiene que esperar.
Idiota de mi.
Porque la poesía convierte mis palabras en bromas y las vuelve irreales. Porque las bromas embarran mis poemas y los convierten en chistes. Porque la vida ensucia mis segundos y lo convierte en muerte. Porque el tiempo pasa más rápido de lo que el reloj puede marcar y me quedo esperando frente a ese color oscuro que me permita sumarle mis variables, para convertir la idiotez en un hermoso futuro donde las lágrimas sean tan rojas como las sonrisas y las bromas.
Adentro también hay bulla. Y esto sólo es escuchado por mi.
Frías manos que escriben. Rojo. En esa noche del sábado que te conté. Antojo. Manos que ya no ves por estar todo al revés. Ira. Contenida en bellas sonrisas. Alegría. Encontrada en ajenos ojos. Mentira. ¿Ya no te ibas?. Yo sólo decía. Inservible. Pero lo intenté. Comprensible. ¿Y ahora qué hago?. Fin. No, aun puedo seguir. End. Carajo, no, aun descargas por hacer, canciones por escuchar. Sueño. No tengo, aun estoy despierto. Mentira. No existen, alguien las hizo todas y me las enseñó, vi como las usó, ya no quedan. Continuan. Las usó todas, se acabaron, vi como se esfumaron. Dimensión. En esta, donde pocas razones son suficientes para cimentar una vida y para culminar otra. Pasión. Por las letras, que todo aguantan sin hacerme problemas. Ya no.
Aquí también hay bulla.
Palpita y vibra las palabras haciéndolas avanzar a la siguiente linea con una vehemencia propia de los versos más idiotas donde la rima es excusa suficiente para seguir mi andar entre prosas que nunca existieron y puntos que matan los más absurdos poemas. Piensas que irreal es hoy pero mañana será un ayer más celeste que el cielo temprano del bolsillo más oxidado donde guardar tus lunas será más fácil que esconder tus soles de aquellas piedras que te fueron arregladas en la cara de ira con rasgos de noche, todo acompañado de un whisky, ese Jhonny Walker que me vendió el monitor del tiempo que estaba apurado por ir con su reloj a la cita del olvido. Irreal. Confundir con locura. Permitido. Pero no con idiotez. Permitido también. Dije que no. Permitido. Está bien, permitido. Por última vez.
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