El Sueño

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Todavía se desconoce el mecanismo preciso mediante el que se pierde la conciencia y se inicia el sueño. Lo que sí ha comprobado la ciencia es que el sueño es un complejo proceso regulado por el cerebro y que obedece a un reloj biológico con un ciclo de veinticuatro horas. Al ir pasando los años, los patrones de sueño cambian. Los recién nacidos duermen períodos cortos pero frecuentes que llegan a sumar dieciocho horas al día. Según los especialistas del sueño, mientras que algunos adultos parecen tener suficiente con tres horas de descanso diarias, otros necesitan dormir hasta diez horas.

Ciertas investigaciones recientes también han demostrado que las variaciones de nuestro reloj biológico aclaran por qué a algunos adolescentes les cuesta tanto levantarse por la mañana. Al parecer, el reloj biológico se adelanta durante la pubertad, razón por la cual muchos jóvenes quieren acostarse más tarde y levantarse también más tarde. Este atraso en el patrón de sueño es común y tiende a desaparecer a partir de los 16 años.

Como a las dos horas de habernos dormido, nuestros ojos comienzan a moverse rápidamente de un lado a otro. Este fenómeno llevó a los científicos a dividir el sueño en dos estados básicos: el sueño paradójico, o de movimientos oculares rápidos (MOR, más conocido por sus siglas en inglés, REM), y el sueño NREM (sin movimientos oculares rápidos). El estado NREM puede subdividirse en cuatro fases, en las que el sueño es cada vez más profundo. En una noche de descanso, el sueño REM tiene lugar varias veces, alternándose con el sueño NREM.

Los sueños suelen aparecer en la fase REM, cuando el cuerpo también alcanza el máximo nivel de relajación muscular, lo que nos hace despertar con la sensación de haber descansado. Además, algunos investigadores creen que durante este período, la información recién adquirida se consolida en nuestra memoria a largo plazo.

Durante el sueño profundo (fases 3 y 4 del sueño NREM), la tensión arterial y la frecuencia cardíaca descienden al nivel más bajo, lo que además de permitir que el sistema circulatorio descanse, previene contra las afecciones cardiovasculares. En cambio, la producción de la hormona del crecimiento alcanza su nivel más alto. De hecho, algunos adolescentes producen una cantidad cincuenta veces mayor de esta hormona por la noche que por el día.

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