Historia con Final Feliz

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Se fue sonriendo.

La pelea no fue con manos, sino con palabras, las cuchillas que mejor manejaban eran las letras y fueron agujereando su estima a orden de te odios y ojalá nunca te hubiera conocido. La noche era de esas donde no ves las estrellas pero la luna se las arregla para mirarte entre las nubes espesas y burlarse de tu oscuridad, iluminando un poco tu camino pero no dejándote ver más allá de unos pasos. Violeta no dejaba escapar las lágrimas pero aprovechó la luz que entraba por la ventana, acaso la luna presenciando la discusión, para esconderse a contra luz y sollozar muda mientras el tipo de negro vestir se afanaba en rebuscar palabras que tranquilizaran la disputa sin percatarse de cómo iba alzando la voz cada vez más y cómo poco a poco la que una vez fue su gran amor iba apagando las palabras, hasta convertirse en medio del sollozo, en solo adiós.

Cuatro horas después, cuando el reloj marcó madrugada, una mujer caminaba en las calles con unas cuantas cosas en maletas, tomó un taxi y al día siguiente se embarcó en un momentáneo viaje a España. El momentáneo momento que duró lo que un click.


Se fue seria.

Salió por la puerta y quiso no volver a regresar a esa casa, donde su marido estaba con sus ideas posesivas y su ideal de la vida perfecta, hablando maravillas, haciendo imperfectos. Salió y dio unos cuantos pasos, pero una lágrima logró escapar, convirtiendo en impotencia sus ganas de largarse. Volvió la mirada y Elias estaba en la puerta, con esa mirada que la atrapó años atrás, una pena empozada en el alma, una sonrisa en busca de salida. Se hundió en sus brazos y trazó la tarde en sus labios, las disculpas invisibles se hicieron escuchar en sus corazones y prometieron nunca más pelear por los proyectos de ella, por las decisiones de él. Elias la vio al rostro y le dijo: Si deseas ir a España, hazlo, pero que tu editor no te acompañe ok?, ella no demoró en responder: Tonto, será un buen libro y él solo se llevará dinero, tú me tendrás a mi. Los dos rieron de buena gana y apagaron la tarde.

Ella alistó las maletas con unas pocas cosas una semana antes del viaje y las dejó al olvido en un rincón de la casa, con la idea inconciente de no viajar por un libro y cumplir el deseo de su primer hijo.

Se fue triste.

Salió del despacho de la casa editora con la ilusión en una memoria USB y unas hojitas anilladas para asemejar a un libro. Violeta estaba inconsolable con la respuesta: Le dijeron NO. Elias a su lado caminaba mudo, tratando de no interrumpir el silencio, pero no soportó mucho y casi por impulso dio media vuelta y regresó al edificio en pos de una nueva respuesta, su compañera se quedó mirando el caminar de tan caballero mientras se alejaba en una cruzada que ella sabía inganable, pero el solo hecho la hizo sonreir y se sentó en una banquita del parque aledaño, esperando a su caballero. Media hora después él aparecería todo triste y al acercarse a su rostro le diría al oido: Haran tu libro, para canjear la tristeza con una sonrisa.

Días después conocerían al agente editor que la llevaría a ella a un viaje a España, “donde los libros se hacen como deben hacerse”, ante la emoción de Violeta y las dudas de Elias, ella partiría justo cuando comenzaban a hablar de comenzar una familia. Y las miradas del agente no le inspiraban confianza, sumando celos al momento. El trató de no decir nada pero las semanas fueron convirtiendo sus silencios en reniegos y comenzaba a ver las citas de trabajo de su amor con malos ojos. El matrimonio era un pacto de amor, pero ¿Cuánto duran los pactos y hasta donde se estira el amor?

Se fue llorando.

Se acababan de casar. Ella dijo que SEP con una lágrima recorriendo su rostro y él dijo que SI casi ahogándose por los nervios. Siempre pensaron este momento como uno al que llegarían, nunca lo dudaron, pero una vez aquí se sentían en otro mundo. El primer momento del beso fue la llave para la vida de la que no hubo regreso. Salieron del lugar en un auto preparado para la ocasión, de negro como ellos lo pidieron. Ese día no discutieron de nada, porque la felicidad los tendría siempre unidos y las palabras les harían creer eso. A medianoche se unieron en un beso diferente a los anteriores y aunque ya lo habían hecho, esta vez hicieron de la carne un poema nocturno.

Mientras Elias trabajaba en una empresa de computadoras, la joven Violeta escribía por las tardes en una historia que la tenía encaprichada a la mesa, sin despegar las letras del aire y sin cerrar las noches ausente de puntos. El cansado Elias llegaba para ver a su mujer con una sonrisa en el rostro y acabado el proyecto la acompañó una tarde a presentarlo a una casa editora que estaba recibiendo noveles escritores. Entraron los dos con una sonrisa y con fe.

Se fue sufriendo.

Porque a ella le disgustaban sus celos, él tomó la decisión de no hablar más de cuando se sintiera incómodo cuando ella saliera con sus amigos sin avisarle o se hablara por las noches con amigos de la universidad. Eran solo una pareja de enamorados, pero el amor los convertía en dueños de sus momentos. Él la enamoró con palabras rebuscadas y una mirada que con pena calaba hondo en el corazón de la dama, ella escribía en el aire y buscaba en él un refugio para olvidar el pasado que nunca tuvo futuro. Separados por la distancia, el tiempo los había unido y la luna los vería en el final.

El gusto de los primeros encuentros plásticos por chat, se convirtieron en querer cuando la carne dijo hola, para pasar al amor cuando Elias sacó el anillo una tarde de noviembre y propuso un proyecto a largo plazo: Nos casamos el siguiente año?. Ella contestó: Ahí comenzará nuestra eternidad.

Se fue.

Y no regresó. Él esperó conectado al MSN durante días pero ella no hacía acto de presencia. Así que el impulso lo movió y la fe lo motivó. Dos horas en avión lo desconectaron del Internet y acabaron con sus monedas para hacer llamadas a larga distancia, dejándolo aterrizar en otro país donde apenas conocía a una mujer que apenas lo conocía a él.

La ubicó por la dirección que poseía de ella y al abrirse la puerta el Hola sonó menos robótico y no había ningún computador prendido, el abrazo fue más caluroso y el beso fue de verdad. Nunca se preguntaron el por qué de la ausencia ni el por qué del viaje inesperado. Pero así como un día ellos se dijeron hola de la nada, un día dejaron de hablar, un día cualquiera de noviembre, se conocieron.

Un 11 de noviembre en un parque de Concepción él prometió un final feliz para los dos y ella lo besó casi mordiéndole los labios mientras le susurraba: Fin, tontito, este es nuestro final feliz. Se besaron diciendo: Seremos eternamente felices, como el click que se mantiene eternamente presionado....................................................................................................

2 Dudas, opiniones o reclamos:

Karol_a dijo...

Buen relato Yob, ameno y bien relatado, siempre me gusta pasarme por aquí.
Un abrazo.

Yobber Gut Vas dijo...

Gracias Karola por leer mis escritos que cada vez son más escasos y faltos de talento. Felicidades por día a día regalar poesía e inspiración a los escritores que nacen en tu blog y los poetas que se enriquecen leyendote.

Saludos y disculpa que haya pasado poco por tu blog. Debo ponerme al día con tus escritos. Un abrazo!

 
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