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II: Punto previene problemas poéticos

~ ~

Fue increible... ¡lo hubieras visto!

Pedro Pablo Pico Perez estaba muy atrás y no pudo ver nada
pero escuchaba a la gente gritar,
a las mujeres murmurar,
sentía los aplausos
y sabía que era mucha gente,
casi tanta para decir demasiada.

Pedro acostumbrado a los días tranquilos de verano,
no supo entender el por qué de la bulla,
la gente pasaba a su costado sin notar su presencia,
la bulla recorría su cuerpo
y él escuchaba todo...
pero fiel a su ceguera de nacimiento
supo mantener los ojos guardados.

Pablo era el tipo que no hablaba con nadie,
prefería saber qué pasaba
y soltar una palabra justa,
decir una frase precisa...
era querido en el pueblo
pero ignorado a la vez,
era de esos que con pocos movimientos
te sorprende
de esos que son ciegos
pero te analizan
de esos que no existen
excepto cuando los conoces.

Pico era el hombre que no tenía nombre,
pues siempre se presentaba con algún sobrenombre
para ocultar su chiste llamado nombre
y de esa forma prodigarse como un recuerdo pobre.

Pérez era feliz con un lápiz,
una hoja verde de menta
y un lugar lejano donde nadie lo joda,
pues creia en el principio de la soledad:
"Mientras más me alejo de todo,
más me acerco a mi mismo,
mientras más callo la bulla exterior
mejor conoceré mi melodía interior".

Y así el estúpido Pedro Pablo Pico Pérez
vivió días siendo en su mente superior
ante la propia burla de saber que no lo era,
pero sí era ciego, tartamudo y cojo de nacimiento...
hasta aquel día que llegó la bulla a la ciudad de las luces,
él fiel a escuchar, se enredó entre mil voces...
hasta que logró escuchar el origen de la distorsión:

Es increible
¡MIREN!
gritaba un tipo de voz gruesa,
que era rodeado de mucha algarabía,
el buen Pedro se hizo paso entre la gente
al paso que sabía, con el bastón en frente y la mirada baja
para ocultar sus ojos torpes y vanos,
llegó hasta el origen de la bulla y se sentó en la tierra,
escuchando hazañas y proezas humanas
que la gente aplaudía ni bien culminaba una,
se escuchaban monedas y
y al comenzar otra
se apagaban las palabras.

Cogió un lápiz de su bolsillo agujereado pero aún servible,
y comenzó a escribir en una hoja arrugada y de color negra,
alguien a su lado de reojo husmeó y le dijo:
Amigo, estás esribiendo de color negro en una hoja negra,
nuestro Pérez le contestó amablemente: Cuando no sepas de colores, verás cuan igual es el día y la noche.

Al acabar de resonar el último aplauso de la última persona, del último grupo de la última fila de las formadas improvisadamente en aquel terral de la villa de los Salvadores. Pedro Pablo Pico Pérez se levantó del suelo y dijo en su serena voz chillona, pero tan fuerte que no hubo oido que no supiera de su palabra aquel domingo:
"Señor mago... nos ha hablado hoy de magia."

El mago sin dejarlo terminar
y haciendo gala del mal gusto de su boca:
"En realidad no hablé de magia, la hice... para aquellos ojos que pudieron verla."

El insistente Pablo siguió sin inmutarse:
"¿Pero no es verdad que la magia es universal? ¿cómo puede usted desaparecer algo que ya está oculto a los ojos?"

Amigo escaso de la providencia de las luces, no es mi intención ser reconocido por todos, si el pueblo me aplaude y puedo comer hoy, habré cumplido mi cometido, si el resto del mundo ajeno a esta villa y este domingo no pudo ver mi magia hoy yo de todas formas habré cumplido mi cometido, si usted es de los pocos que no aplaude, aún así... habré cumplido mi cometido.

Pico no tenía ya la inservible vista baja sino que la alzó y dijo:
"No es mi intención ofender su trabajo señor ilusionista, pero no me parece correcto que habiendo hecho nada pueda llevarse dinero que fue trabajado haciendo mucho. ¿Si yo logro desaparecerlo delante de todos, enseñará ud. sus trucos y devolverá el dinero que le fue dado?"

El mago rio burlando la propuesta
pero por curiosidad respondió:
Desaparéceme y te enseñaré a desaperecer la villa entera.

La gente murmuraba preocupada y otros en tono de burla
por la contienda del mago y el ciego,
la gente disfrutaba el domingo
viendo al David de turno luchar con Goliat.

Pedro dijo algo último:
Señor mago, mire las estrellas.

Es de día, ciego.

Pero están ahí, que no las pueda ver no significa que no existan, mírelas.

Tartamudo, acaba tu jornada.
Mire sus manos señor mago, capaces de desaparecerlo todo, excepto las mentiras y las carteras robadas el día de hoy.

La gente exclamó al unísono y sin esperar mucho se escucharon las primeras quejas y reclamos... dos tipos corrieron alejándose de la villa...
la gente quedó pasmada
hubo magia en sus bosillos y faltaban cosas.

Al mago le recorrió una notoria gota de sudor por el rostro en aquel domingo de invierno
y Pedro Pablo Pico Pérez exclamó sus palabras mágicas:

...

El mago evitó cualquier palabra y se abalanzó sobre él ante las miradas de la gente que no hacían más que mirar inertes: "Ciego, a ver desaparece mi furia?... a ver... desaparéceme... a ver... desaparece este cuchillo en tu vientre". La gente gritó leónicamente y todos se abalanzaron sin medir la consecuencia del arma cerca de nuestro amigo, el filo se apersonó, estaba a punto de enrojocer aquel domingo...

Y Pedro dijo:

Yobber, acaba el poema.

Y la villa entera desapareció.

Hermoso día

~ ~


La habitación alquilada queda grande para mi solo
y no atino a encontrar las llaves.

Cierro la puerta del auto
y peleo con el motor que no enciende,
salgo tarde a trabajar,
no hubo tiempo para peinarse,
el reloj me hizo ayunar,
ya estoy en la calle y espero el verde para avanzar
mientras escucho al lado una pareja discutir
con esas voces que me irritan
deformando tanto las palabras
que me limito a arrancar y seguir.

La ciudad llueve como nunca vi llover mi Lima,
el cielo se cae a pedazos y es un horrible día,
me detienen por correr con el carro,
y ¿Ah eres extranjero? mejoraremos tu día,
una infracción para que tu sonrisa no sea en vano.

¡Mierda!,
bajo del auto y corro a marcar tarjeta,
tropiezo y caigo de bruces al pavimento,
me levanto y maldigo los mil tormentos...

Me disculpo, me limpio y se rien sin descanso,
no es un buen día
y no es esta mi ciudad, ella se fue de la casa
y no hay whisky en la nevera,
me importa muy poco que digan que ya viene el sol,
regreso del trabajo
llueve a cántaros y la casa está vacía
ni su: "Ven a besarme tonto" queda en el silencio,
miro Discovery y hay verde y azul,
hablan de la inmensa China y de como en Conce no habrá luz hoy,
me embriago en U2 y su with or without you,
pero a quién engaño, prefiero el with you,
voy cerrando los ojos
y no me importa despertar o nunca no.

...

Cuando despierto ha parado de llover,
la ventana está seca y se nota de noche ya,
hay un café en la mesita de noche y estoy tapado,
ella duerme a mi lado completando la cama con su calor,
y yo susurro beautiful day mientras tomo un sorbo de café
y vuelvo a repetir en el oido de ella: hoy es un día hermoso,
mientras ella duerme... luego de haberme arreglado el día.

Dormir

~ ~

Cerró los ojos por quinta vez
y estos no gustaron de la oscuridad
abriéndose por quinta vez
en aquella noche de las muertes.

El asesino abrióse paso entre las puertas
y uno a uno iba destajando cuellos
dejando un grito ahogado
en la bulla del silencio.

Cuando el mayor marcó las 12 y el menor las 3,
el tipo se detuvo por instinto
y sobó el cuchillo por toda su camisa
ungiéndose de la muerte
que en aquel momento prodigaba.

El insómnico arrugaba su almohada
y en el silencio de la noche
toda muerte le fue ajena
porque su lucha no era aún contra cuchillos
sino ante bostezos,
que lo atacaban sin par
pero no lo dejaban morir.

El asesino dispuso la última puerta
y abriendo con sigilo su último obstáculo
hizo entrar primero el filo de su arma
y luego todo su cuerpo de golpe,
viendo una cama vacía y unas sábanas desordenadas;
reocorrió la pared a tientas buscando
la luz que fulminó el cuarto en un brillo que no soportó.

Detrás de él se anunció una sombra
que tomó forma y volviéndose el primero
juntaron miradas de asombro... de miedo...
pero sólo uno esbozaba un cuchillo en su mano derecha,
sólo uno sonrió timidamente en aquella noche de las muertes.

En el inicio de las muertes,
la mia era esperada,
pero no por ello pactada,
cuando el asesino confió sus ojos a la suerte
yo apoyé la mia al vaso con agua
que si bien no durmió mis bostezos
hizo sangrar al que me atacó cerrando los ojos
en un grito seco.

Mis manos ganaron disparando el vaso en su cara
ganándome sólo un ligero roce de su ira metálica,
el grito se hizo leónico y sólo atiné a buscar un segundo vaso,
ignorando el filo del verdugo que yacía en el piso;
quién no tardó alzarce a mi altura
y cerrar la puerta tras él,
mirandome con ojos rojos
que no eran de ira sino de sangre,
le pregunté ¿por qué?
y me condujo al primer infierno
dejándome caer de rodillas con el cuchillo en mi vientre,
comencé a llorar y le pregunté ¿por qué?
y comenzó a callar,
comencé a encontrar el sueño que tanto anhelé esa noche
pero no sé cómo ni sé el por qué
logré asirme de su pierna y pararme
para mirándolo a los ojos preguntarlo:
¿Por qué?

Sonrió con esos dientes patéticos
y mirándome a los ojos ladró:
Porque puedo,
le sonreí y le clavé su ira en el vientre,
no viendo éste en qué momento me liberé de la muerte.

Cayó y no pudo sonreir, encender luces ni contestar mis preguntas,
cai y comencé a dormir, como quise aquella noche,
cai y nunca desperté, como quise muchas noches,
aquellas noches donde sí pude dormir,
aquella noche donde hubo muchas muertes,
pero a mi sólo me importó la mia
sin saber el ¿por qué?
...
a mi sólo me importó dormir
y soñar lo que no sé.

Motivo invisible

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Era domingo y el frío helaba mis pulmones, la playa estaba a escasos metros y por eso la humedad a las 5 de la tarde estaba en todo su apogeo, habían cerca diez canchas de futbol (o fulbito como le llamamos acá) para desplegar el deporte heredado de los ingleses, correr tras una pelota y golpearla con los pies para meterla en un arco resguardado por un jugador que puede usar las manos para tal fin. Estaba con los clásicos Alex, el tipo de mirada segura, vida tranquila y determinación inquebrantable; Talla, el típico joven que no hizo bien las cosas, que intenta día a día reinvindicarse, el que no es malo pero ha sido castigado por sus descuidos; mi primo, que es el doble de alto que yo, tiene chicas rodeandolo a su gusto y cree en que todo es posible y permisible. Los compañeros de deporte con el que me reuno para usar las piernas en una canchita de fulbito cerca a la playa.

El frío me desgarraba la piel y veia como uno a uno mis compañeros de equipo iban cayendo tras la jugadas de los jugadores rivales, mas, no me atreví a participar de la acción; tal vez por miedo, tal vez por vergüenza de que me dejen en el piso como a ellos. Ellos se notaba que jugaban seguido con la pelota, en cambio nosotros somos seres más tranquilos y torpes, nuestro afán por el deporte recién llegó a los 15 años y lo practicábamos una vez a la semana, o al mes o al año. Otros a nuestra edad lo practicaban cada día. Como no era nuestro caso fuimos humillados en las canchas multitud de veces pero siempre con una sonrisa de idiotas y la promesa de comenzar la próxima vez mejor, entre amigos las derrotas son más divertidas. Pero hoy no quería eso... ellos eran acompañados por sus enamoradas, quienes desde la tribuna improvisada con piedras y maderas hacían vivas y porras a sus respectivos amantes... mientras yo era cobijado y alentado por el sonido del mar y el silencio de mis ganas.

Cuando nos metieron el tercer gol y vi como nosotros no metíamos ni uno solo, algo extraño pasó o algo me dije yo mismo que cambió las cosas: ¿Yobb, tres goles por mi ok?... vi a un extremo de la cancha y ahí estaba ella con una sonrisa y alzando la mano timidamente... minutos después corrí tras la pelota como si fuera dinero... perseguí al resto de jugadores para quitarles mi objetivo; me cai me golpié, me agité y el asma iba apareciendo, me cansé, y cuando pensé que solo estaba haciendo el ridículo la pelota llegó a mis pies y otra vez mi mente me habló: Ellos tienen domingo a domingo su motivo.., tú lo tienes hoy ahí viendote... y tristemente... nunca más lo tendrás... porque a ella no le gusta el futbol. No pude evitar sonreir y enfurecerme a la vez, si no lo hacía ahora, ¿cuando?... me puse firme y avancé... el primero me cayó con fuerza pero me limité a esquivarlo rápidamente, el segundo era más técnico y cayó con las piernas tapándome todo avance, más fue ahora cuando apliqué fuerza y la pelota nunca se separó de mis pies... ya cerca al arco una tremenda masa tapaba todo ángulo disponible... pero como ya caían dos más a mi encuentro... busqué el ángulo que si bien era insignificante era el único disponible y patié... con la convicción de que era gol, con las ganas de que lo fuera... con una sonrisa por ella. Y fue gol.

Pero ella me había pedido ¡tres!. Aunque corrí como nunca y el resto me dijo: ¡Por fin te pones a jugar!... no logré hacer más goles, pero pude dar pase a dos para los dos goles siguientes y el último que nos dio la victoria, comencé yo la jugada.

El fútbol es un juego tonto he escuchado hablar, es como muchos deportes creo yo, no tiene un fin razonable, solo es para ejercitarse y colaborar para una meta común. Si lees esto te digo que aparte de eso también el domingo comprendí que sirve para encender nuestros motivos, aprender de las derrotas... y no solo disfrutar sino también dedicar nuestras victorias... como un poema pero con sudor. Sonó feo tal vez, pero es como la vida misma. Gol.

Historia con Final Feliz

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Se fue sonriendo.

La pelea no fue con manos, sino con palabras, las cuchillas que mejor manejaban eran las letras y fueron agujereando su estima a orden de te odios y ojalá nunca te hubiera conocido. La noche era de esas donde no ves las estrellas pero la luna se las arregla para mirarte entre las nubes espesas y burlarse de tu oscuridad, iluminando un poco tu camino pero no dejándote ver más allá de unos pasos. Violeta no dejaba escapar las lágrimas pero aprovechó la luz que entraba por la ventana, acaso la luna presenciando la discusión, para esconderse a contra luz y sollozar muda mientras el tipo de negro vestir se afanaba en rebuscar palabras que tranquilizaran la disputa sin percatarse de cómo iba alzando la voz cada vez más y cómo poco a poco la que una vez fue su gran amor iba apagando las palabras, hasta convertirse en medio del sollozo, en solo adiós.

Cuatro horas después, cuando el reloj marcó madrugada, una mujer caminaba en las calles con unas cuantas cosas en maletas, tomó un taxi y al día siguiente se embarcó en un momentáneo viaje a España. El momentáneo momento que duró lo que un click.


Se fue seria.

Salió por la puerta y quiso no volver a regresar a esa casa, donde su marido estaba con sus ideas posesivas y su ideal de la vida perfecta, hablando maravillas, haciendo imperfectos. Salió y dio unos cuantos pasos, pero una lágrima logró escapar, convirtiendo en impotencia sus ganas de largarse. Volvió la mirada y Elias estaba en la puerta, con esa mirada que la atrapó años atrás, una pena empozada en el alma, una sonrisa en busca de salida. Se hundió en sus brazos y trazó la tarde en sus labios, las disculpas invisibles se hicieron escuchar en sus corazones y prometieron nunca más pelear por los proyectos de ella, por las decisiones de él. Elias la vio al rostro y le dijo: Si deseas ir a España, hazlo, pero que tu editor no te acompañe ok?, ella no demoró en responder: Tonto, será un buen libro y él solo se llevará dinero, tú me tendrás a mi. Los dos rieron de buena gana y apagaron la tarde.

Ella alistó las maletas con unas pocas cosas una semana antes del viaje y las dejó al olvido en un rincón de la casa, con la idea inconciente de no viajar por un libro y cumplir el deseo de su primer hijo.

Se fue triste.

Salió del despacho de la casa editora con la ilusión en una memoria USB y unas hojitas anilladas para asemejar a un libro. Violeta estaba inconsolable con la respuesta: Le dijeron NO. Elias a su lado caminaba mudo, tratando de no interrumpir el silencio, pero no soportó mucho y casi por impulso dio media vuelta y regresó al edificio en pos de una nueva respuesta, su compañera se quedó mirando el caminar de tan caballero mientras se alejaba en una cruzada que ella sabía inganable, pero el solo hecho la hizo sonreir y se sentó en una banquita del parque aledaño, esperando a su caballero. Media hora después él aparecería todo triste y al acercarse a su rostro le diría al oido: Haran tu libro, para canjear la tristeza con una sonrisa.

Días después conocerían al agente editor que la llevaría a ella a un viaje a España, “donde los libros se hacen como deben hacerse”, ante la emoción de Violeta y las dudas de Elias, ella partiría justo cuando comenzaban a hablar de comenzar una familia. Y las miradas del agente no le inspiraban confianza, sumando celos al momento. El trató de no decir nada pero las semanas fueron convirtiendo sus silencios en reniegos y comenzaba a ver las citas de trabajo de su amor con malos ojos. El matrimonio era un pacto de amor, pero ¿Cuánto duran los pactos y hasta donde se estira el amor?

Se fue llorando.

Se acababan de casar. Ella dijo que SEP con una lágrima recorriendo su rostro y él dijo que SI casi ahogándose por los nervios. Siempre pensaron este momento como uno al que llegarían, nunca lo dudaron, pero una vez aquí se sentían en otro mundo. El primer momento del beso fue la llave para la vida de la que no hubo regreso. Salieron del lugar en un auto preparado para la ocasión, de negro como ellos lo pidieron. Ese día no discutieron de nada, porque la felicidad los tendría siempre unidos y las palabras les harían creer eso. A medianoche se unieron en un beso diferente a los anteriores y aunque ya lo habían hecho, esta vez hicieron de la carne un poema nocturno.

Mientras Elias trabajaba en una empresa de computadoras, la joven Violeta escribía por las tardes en una historia que la tenía encaprichada a la mesa, sin despegar las letras del aire y sin cerrar las noches ausente de puntos. El cansado Elias llegaba para ver a su mujer con una sonrisa en el rostro y acabado el proyecto la acompañó una tarde a presentarlo a una casa editora que estaba recibiendo noveles escritores. Entraron los dos con una sonrisa y con fe.

Se fue sufriendo.

Porque a ella le disgustaban sus celos, él tomó la decisión de no hablar más de cuando se sintiera incómodo cuando ella saliera con sus amigos sin avisarle o se hablara por las noches con amigos de la universidad. Eran solo una pareja de enamorados, pero el amor los convertía en dueños de sus momentos. Él la enamoró con palabras rebuscadas y una mirada que con pena calaba hondo en el corazón de la dama, ella escribía en el aire y buscaba en él un refugio para olvidar el pasado que nunca tuvo futuro. Separados por la distancia, el tiempo los había unido y la luna los vería en el final.

El gusto de los primeros encuentros plásticos por chat, se convirtieron en querer cuando la carne dijo hola, para pasar al amor cuando Elias sacó el anillo una tarde de noviembre y propuso un proyecto a largo plazo: Nos casamos el siguiente año?. Ella contestó: Ahí comenzará nuestra eternidad.

Se fue.

Y no regresó. Él esperó conectado al MSN durante días pero ella no hacía acto de presencia. Así que el impulso lo movió y la fe lo motivó. Dos horas en avión lo desconectaron del Internet y acabaron con sus monedas para hacer llamadas a larga distancia, dejándolo aterrizar en otro país donde apenas conocía a una mujer que apenas lo conocía a él.

La ubicó por la dirección que poseía de ella y al abrirse la puerta el Hola sonó menos robótico y no había ningún computador prendido, el abrazo fue más caluroso y el beso fue de verdad. Nunca se preguntaron el por qué de la ausencia ni el por qué del viaje inesperado. Pero así como un día ellos se dijeron hola de la nada, un día dejaron de hablar, un día cualquiera de noviembre, se conocieron.

Un 11 de noviembre en un parque de Concepción él prometió un final feliz para los dos y ella lo besó casi mordiéndole los labios mientras le susurraba: Fin, tontito, este es nuestro final feliz. Se besaron diciendo: Seremos eternamente felices, como el click que se mantiene eternamente presionado....................................................................................................

Historia - De un beso y un regreso

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Había una vez una chica. Era chica en verdad, su metro y cincuenta de estatura palidecía ante sus similares de 15 años que siempre la miraban por sobre el hombro, era de esas que se encerraban en su habitación para llorar, salen en las tardes para mirar desde la puerta y escriben en las noches para su único lector, ellas mismas. Era de esas a las que no vale la pena hablarle, a las que el espejo entristece, las que la balanza atormenta, en conclusión: las que se enamoran fácilmente.

Había en su comunidad un chico, no era tan chico en verdad, cuatro años delante de ella. Era de esos que las lectoras prefieren ver en vez de leer, de los que te saludan y tú respondes, los que caminan y tú les sigues con la mirada, los que sonríen y tú te enamoras.

Había una amistad de esas que nacen cuando la niñez no discrimina personas, de esas que unen polos opuestos, de esas amistades que acaban en amor. El joven buen mozo tenía de nombre Viajero y la niña despeinada era Eli; que fungían de amigos inseparables y protectores mutuos. La edad fue descubriéndolos más diferentes cada vez, mientras uno iba haciéndose amigo del espejo, la otra iba posando sus ojos sobre él, quizás pensando que la amistad se extendía más allá de un beso en la mejilla.

Hubo una vez un momento. Donde todo empezó. Fue un domingo, el padre de Eli le encomendó al joven traer una chaqueta olvidada en su casa para el frío que estaba arañando la piel. El joven se apresuró para no retrasarse del grupo rumbo a la iglesia. Dentro de la casa aún estaba Eli en la cocina, alistando algo antes de salir con ellos. Viajero era un tipo de sonrisa fácil para aquellos que sabían ganar su corazón, era un hombre honesto pero que tendía a equivocarse demasiado, no era un mentiroso pero lo era, porque las promesas no cumplidas se vuelven mentiras. Tuvo la mala fortuna de vivir la facilidad del querer y obviar el camino para aprender a amar, tal vez por eso veía en la amistad con su amiguita algo mágico, al haber sobrevivido más que todas sus relaciones juntas de amor. Ese domingo Eli vestía algo sencillo pero elegante, el sol entraba por la ventana y caía sobre su rostro, ella acababa de morder una jugosa manzana y tal vez por eso a él le pareció que sus labios brillaban. Aquel día ella se atrevió a echarse una loción carísima que le habían regalado, se atrevió a peinarse de otra manera, aquel día los relojes se detuvieron a las 12 del mediodía cuando Viajero vio a la Eli más hermosa de su vida y dijo: "Dame un beso". Ella derretida por el sol o tal por sus palabras, accedió a amarlo con pasión por un segundo... que le duraría toda la vida. Pero dudó. Pero se fue a paso lento. Pero él gritó: "¿Eres una gallina?". Y ella regresó. Y ellos se besaron. Aquel domingo que sólo uno de los dos recordaría con nostalgia.

Hubo una vez una relación. Meses después del primer beso, llegó el último. Ella amó sus mares y lloró sus momentos, entregada al dolor veía el mundo del color que le daba la gana. El mundo golpea, ella odiaba. Él le enseñó a besar, a querer, a sonreir. El mundo te sonríe, tú amas. Pero él la abandonaba a su suerte cada vez que encontraba algo mejor. Para regresar cada vez que necesitaba consuelo. Él regresó una tarde de verano, con el sol dándole en la cara de la misma forma que a ella aquel domingo, esta vez ella posaba sobre sus pecho un escote humilde y él venía de una de sus derrotas dispuesto a regresarse una victoria. Ella lo miró con desdén, él la miró con hambre. Ella era una chica inteligente, no parecía de su edad, responsable, educada y  tímida. Su cuerpo había evolucionado sin permiso y no sabía qué pasaba en su corazón, a veces es fácil amarrarse a un árbol de espinas, cuando la marea te arrastra y no hay de donde cogerse. A su soledad le sumó un Viajero y a su regreso sumó un beso. Esta vez no fue la magia del momento, esta vez fue la burla del destino.

Hubo una vez un final. Muchos adioses siguieron a aquel inicio, muchos besos continuaron reconciliando rencores, muchas mujeres conoció Viajero, muchas formas de amar conoció Eli, pero siempre al mismo hombre. Ella sabía que no importando cuántas veces se fuera él, su regreso era inminente, obviando esos momentos de soledad, ella hilaba sólo los segundos que con él compartía, fingiendo una historia que nunca existió, excepto en la memoria que se encargó de llevar al futuro. En uno de aquellos regresos que carcomían el corazón de la eterna vigía de la esperas, él le pidió que ella esconda su alma, porque aquel día no venía por un beso, venía por su cuerpo.

Hubo un punto. Años más tarde escribiendo cosas en la arena, se mojó frío los pies, sonriendo sin saber por qué. Alzó la vista y el sol le cerró los ojos, al abrirlos, la playa estaba vacía. Solo un auto negro esperaba por ella a unos cuantos metros, cogió sus lentes oscuros, sus hojitas y un lápiz. Alguien bajó del auto y ella caminó hacia él, diciendo: "Acabé la historia". El caballero sin corbata atinó a decir observando de reojo la hojitas: "Recuerdos de nuevo". Ella entró en el auto y aún sabiendo que este era su mejor momento, saboreó en la sal de las olas que llegaba con el viento... un beso. Su cuerpo tiritó por el frío y recordando brazos ajenos. El caballero entró en el auto y la miró sonriendo, pero no atinó a decirle nada, porque era un recuerdo ajeno a él. Así que arrancó el auto y se hundió en la tarde.

Porque el primer beso sólo nos indica el inicio.
Habrá que esperar... cuándo será el próximo regreso.
Así sea en recuerdos.
 
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