Mientras
el espermatozoide de un ser humano mide unas 60 micras, el de la
mosca del vinagre, dependiendo de su especie,
varía de 300 micras hasta 60 mil micras, es decir seis centímetros. Y es que un espermatozoide aislado, visible al ojo desnudo, es poco más que un alfilerazo, pero bajo el microscopio
su aspecto es el de una bola de hilo enmarañada.
El dato es más impresionante si se considera que “la longitud de los espermatozoides de los mamíferos va desde solo 28 micras en el puercoespín hasta 349 micras en el falangero mielero”. Los científicos han realizado numerosos estudios para determinar las causas de semejantes variaciones. Según Birkhead, existen dos explicaciones básicas: primero, se trata de
un mecanismo de aislamiento para impedir que los machos de una especie fecunden a las hembras de la especie equivocada; segundo, el tamaño es
un factor de selección, según el cual los espermatozoides más grandes son los que tienen mayores posibilidades de fecundar el óvulo.
Graxias:
El Club de lo Insólito